Mendoza, clave en la independencia de América
La historiadora Beatriz Bragoni pone en valor el rol de Cuyo y sus montañas en la creación de nuestras naciones.
Mendoza fue uno de los escenarios estratégicos donde se dirimió la independencia de América. En estos “meses bicentenarios” que estamos transitando (se cumplen 200 años del período entre la Declaración de la Independencia en julio de 1816 y el Cruce de los Andes, en enero-febrero de 1817), MDZ pone en valor el rol de Cuyo y sus montañas en la creación de nuestras naciones. En el programa “Tormenta de ideas” dialogamos con Beatriz Bragoni, historiadora, profesora de la UNCuyo y directora del Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA) del CONICET.
Para entender si la cordillera fue “un límite o un vínculo” en la estrategia revolucionaria, explica Bragoni, hay que poner el Cruce de los Andes en el contexto de la época, cuando los pueblos originarios y el imperio colonial en América ya utilizaban esa vía de comunicación, antes de que existieran los estados-naciones.
“Una de las cuestiones más interesantes es tratar de imaginar que, cuando las naciones todavía no están constituidas, esas fronteras tenían otra dimensión. No es la frontera nacional que después se conoce. Tomando esa prevención se puede contextualizar mejor la gravitación del Cruce de los Andes, y lo estratégica que era la provincia de Cuyo en ese momento en que las revoluciones hispanoamericanas habían colapsado”, planteó.
En la misma línea, dijo que “todo el proceso independentista que había arrancado en 1810 había sido sofocado desde Lima, donde había un férreo guardián de la monarquía española, que era el virrey Abascal. Quien había llevado a cabo una agresiva política contrarevolucionaria”.
En este contexto de varias derrotas para los movimientos independentistas sudamericanos -dice Bragoni-, San Martín y otros líderes que integraban la Logia Lautaro advierten que por la ruta del Alto Perú va a ser muy difícil llegar a Lima y sofocar ese movimiento contrarevolucionario.
– No iba a ser eficaz…
– La provincia de Cuyo había sido jerarquizada por el gobierno revolucionario, que la había sacado de su dependencia de la ciudad de Córdoba. Es allí donde Cuyo se ofrece como un escenario propicio por dos cuestiones importantes. Una es que no había sido un frente de guerra: la revolución había picado, y fuerte, en Cuyo, hubo adhesión al gobierno de Buenos Aires y había habido milicias, se habían enviado recursos y hombres para nutrir los ejércitos. Pero no había sido un frente de guerra. Y la otra cuestión importante es la inminente caída del bastión chileno.
Es decir, el triunfo de la contrarevolución en el país vecino. Algo que se va a concretar a principios de octubre de 1814, en forma paralela al desembarco de San Martín como gobernador intendente de Cuyo, cargo que él mismo buscó para crear aquí el Ejército de los Andes.
– Cómo juegan allí las figuras de San Martín, O’Higgins y José Miguel Carreras, quienes a pesar de compartir el espacio revolucionario son muy diferentes…
– Para entender cómo juegan estos actores en este escenario, muy atribulado y violento -porque las revoluciones introducen un ciclo de violencia que se prolonga prácticamente a lo largo de todo el siglo XIX-, el punto es que la revolución chilena cae en manos de fuerzas realistas, pero no son fuerzas que vienen de España, sino a causa de divisiones en el seno de las elites locales. La misma elite chilena esta dividida entre quienes quieren independencia y quienes procuran una continuidad con la metrópoli. Eso se pone en evidencia ante el avance de las fuerzas de Lima, que tienen el apoyo no sólo de capitanes de milicias sino también de caciques y mocetones de las parcialidades indígenas…. El tema central es que la causa realista no es sólo defendida por peninsulares, sino que tiene ascendiente dentro de los americanos. Es decir, no todos los criollos fueron partidarios de la independencia.
Esto es un punto importante, al que que hay que sumar que la revolución chilena está dividida entre dos jefaturas. la de O’Higgins, que viene del sur, de Concepción, la de José Miguel Carrera, que es el hijo dilecto de la elite de Santiago de Chile. Hay una rivalidad entre los dos, en función de quién dirige la revolución. Esas internas florecen en el medio de la guerra. Cuando es derrotada la revolución chilena en el 14, se produce la emigración a las Provincias Libres del Plata.
Algunos de estos exiliados, indica la historiadora, son enviados a la isla de Juan Fernández. Pero un gran número atraviesa los boquetes cordilleranos y pasa a la provincia de Cuyo. Carreras y O’Higgins vienen con tropa, y con familias enteras. Mendoza recepciona a tres mil personas en el lapso de un mes.
– Una magnitud increíble…
– Es de una magnitud increíble para esa época, y hay que tener en cuenta que el gobernador San Martín está recién llegado, no es originario del lugar y no tiene vínculos locales, por lo que tiene que contar con algunos apoyos que son firmes, como los del Cabildo. Y hay que mantener y pagar a esos soldados, que vienen derrotados y de licencia pero reciben su sueldo.
En esa situación se produce el primer enfrentamiento entre San Martín y Carrera, quien aspira a ser reconocido como líder en el exilio. Pero San Martín no acepta esa condición.
– ¿Por presión de O’Higgins?
– No, O´Higgins es también un líder derrotado… Quien informa a San Martín de la situación chilena es Juan José Paso, que había sido diputado del Río de la Plata en Chile, y tenía un conocimiento muy fino de la situación.
Existía además otro vínculo entre San Martín y O’Higgins, de acuerdo a la investigadora del Conicet; los dos habían integrado la Sociedad de Caballeros Racionales, donde se habían juramentado por la libertad en América. Existía un compromiso de grupo.
Todo esto gravita en la situación cuyana y pone en problemas a San Martín, quien no contaba con tropas. El ejército de línea estaba constituido por apenas 40 Blandengues, no tenía fuerza militar. Por eso el gobernador intendente San Martín apela a una estrategia dual; su vínculo con el gobierno central de Posadas, para limitar el accionar de Carreras, y una política de desguace de sus tropas.
En este marco, y con un fuerte veto para integrar tropas patriotas, Carrera se convirtió en férreo opositor a los “directoriales” dentro del movimiento independentista. En términos de Bragoni, “Carrera quedó afuera de esa alianza política que configuró el Cruce de los Andes, la batalla de Chacabuco y la expedición a Lima”.
Estas tensiones no tuvieron origen en diferencias de clase u extracción social -“todos ellos integraban las elites, no hay que olvidar que O’Higgins era hijo no reconocido de un virrey, y Carrera era de un linaje patricio muy reconocido”- sino de estilo político. En última instancia, Carrera termina adscribiendo a la red de líderes federales opuestos al Directorio, y participa como jefe militar en la batalla de Cepeda, de 1820. Uno de los espacios comunes entre los federales y el emigrado chileno era la oposición a la instauración de una monarquía constitucional, propiciada por los directoriales como Pueyrredón y San Martín. “Esta forma de gestionar el poder independiente, para buena parte de las dirigencias revolucionarias va a ser inaceptable -el ejemplo es Artigas-. En ese arco se termina ubicando Carreras”.
La fuerte confrontación terminó por acabar con los gobiernos de Pueyrredón en la Argentina y de O´Higgins en Chile. A San Martín, el envío de una misión diplomática a Europa para organizar una monarquía constitucional e incuso buscar a un príncipe europeo, le costó la pérdida de ascendiente entre los grupos republicanos limeños.
“Dentro del grupo revolucionario no es todo compacto, hay rencillas -concluye Bragoni-. Y la violencia es un rasgo de las revoluciones sudamericanas”. El destino de los hermanos Carrera lo prueba: a pesar de ser revolucionarios, los tres terminaron fusilados, precisamente en la Plaza de Mendoza.
Fuente: MDZ online