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Laura Vargas Roig, la investigadora que sueña con derrotar al cáncer de mama

Trabaja en el CONICET como investigadora independiente y también es docente de la Facultad de Ciencias Médicas UNCuyo y de la Universidad de Mendoza. Allí enseña a sus alumnos que no existen las enfermedades, sino los enfermos, y que no hay recetas preestablecidas. Lo importante es brindarle calidad a cada paciente en su atención.

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6 de agosto de 2021

Por Gabriela Fernández para Los Andes

“Siempre tuve una fuerte vocación hacia la investigación. Mis padres fueron médicos: mi mamá, Clara Roig de Vargas Linares, fue una de las primeras investigadoras de CONICET en el país. Mi papá, Miguel Vargas Linares, fue pediatra, y ambos se conocieron en el hospital Emilio Civit”, cuenta la doctora Laura Vargas Roig.

Las circunstancias de la vida, sin dudas, la llevaron a recorrer el camino profesional que eligió. “Mi mamá falleció a los 60 años de cáncer de mama. Para mí fue un detonante. A los 16 años tomé conciencia de su enfermedad y falleció a mis 25. Y posteriormente falleció mi papá de cáncer de pulmón. Creo que, consciente o inconscientemente, todo esto me llevó a seguir mi vocación y dedicarme a investigar sobre el cáncer”, sostiene,

Y agrega: ”Pienso que mi experiencia de vida me brinda una comprensión especial porque he estado de los dos lados del mostrador: como profesional, pero también como familiar de quien padece esta enfermedad”.

El “bichito” de la investigación

Vargas Roig tiene 57 años, está casada y tiene un hijo de 18 años. Se reconoce una privilegiada por poder dedicarse a lo que tanto la apasiona: la investigación y la docencia. “Cuando era muy chiquita me metía en el Instituto de Histología, veía el microscopio electrónico y me encantaba. Me empezó a picar el bichito de la investigación. Mi mamá era adjunta en Histología y el doctor Mario Burgos, padre del doctor Claudio Burgos, era titular. Recuerdo que siempre me decía que la investigación científica te permitía subir montañas que nadie subió antes”, recuerda con emoción.

Hoy Laura se siente agradecida de poder contribuir al conocimiento de algo muy específico como es el cáncer de mama. “Mis amigos intensivistas lo ven como algo muy aburrido, pero a mí me encanta. Afortunadamente tenemos distintas vocaciones y la medicina es muy amplia”, rescata entre risas.

También reflexiona acerca de las enseñanzas que dejó esta pandemia, que sirvió para visibilizar la importante labor de los investigadores, por ejemplo, en el caso de aquellos que ayudaron a desarrollar las vacunas que nos están salvando la vida. “Esta situación hizo que nos diéramos cuenta de que los investigadores hacen falta en una sociedad; no son unos locos que están ahí. Ya lo decía Bernardo Houssay, fundador del CONICET y premio Nobel de Medicina: un país que no invierte en investigación es un país que no va a avanzar”, sentencia.

La importancia del equipo multidisciplinario

Dentro de CONICET, la doctora Vargas Roig desarrolla sus tareas en el Instituto de Medicina y Biología Experimental de Cuyo (IMBECU), dirigido por el doctor Rubén Carón. Allí es responsable del Laboratorio de Biología Tumoral, donde brinda asesoramiento genético oncológico como un servicio de extensión. En este sentido, destaca que desde hace un tiempo se busca que todo lo que se realiza en materia de investigación, tanto en el CONICET como en las universidades, se vuelque a la sociedad. Esta apertura tiene como fin llegar a la comunidad, conocer y dar respuesta a sus necesidades.

“Trabajamos en equipo profesionales de distintas áreas: médicos, biólogas, genetistas, bioquímicas. Específicamente nos dedicamos a la biología molecular en cáncer de mama, aunque también hemos agregado la línea de cáncer de colon. Buscamos optimizar el diagnóstico de los pacientes con cáncer y prevenir la resistencia a los tratamientos, básicamente quimioterapia, y como extensión nos abocamos al cáncer hereditario para optimizar el diagnóstico genético del mismo”, explica.

Y agrega: “Mi tarea consiste en ver a pacientes con sospecha de padecer cáncer hereditario, que es entre un 5 y un 10 % de las pacientes con cáncer de mama”. La científica también explica que Mendoza es pionera ya que cuenta con la Ley 9.055, mediante la cual se creó la Unidad de Prevención del Cáncer Hereditario de la provincia en 2018, de la mano del doctor Eduardo Giner, quien por esa época presidía la comisión de Salud de la Cámara de Senadores.

“Somos la primera provincia del país en tener esta ley, de cuya elaboración participó un equipo multidisciplinario y fue aprobada por unanimidad, algo que no sucede frecuentemente”, expresa Vargas Roig.

Del mismo modo, destaca que Mendoza también es pionera en contar con un Programa Oncológico Provincial que cubre el 100% del tratamiento a aquellas personas que no cuentan con obra social.

La prevención es la clave

“Este tipo de estudios genéticos son caros y en muchos casos las pacientes no pueden costearlos, e incluso no todas las obras sociales los autorizan. Pero son fundamentales, ya que permiten calcular el riesgo que tiene una persona de desarrollar cáncer y tomar medidas de control e, incluso, programar cirugías preventivas”, explica la profesional.

Todos recordaremos las repercusiones a nivel mundial del caso de la actriz Angelina Jolie, quien luego de realizarse estos análisis (ya que su madre, su abuela y su tía habían fallecido de cáncer), se sometió a una operación para extirparse los ovarios y las trompas de Falopio a fin de minimizar las probabilidades de sufrir esta enfermedad.

“Este caso fue emblemático e incluso se estudia en los congresos como ‘el efecto Jolie’. Cuando se dio a conocer tuvo muchas críticas, pero fue la decisión acertada dados sus antecedentes. Estos estudios le permiten a las pacientes operarse preventivamente y, en el caso de aquellas que no deseen hacerlo, realizarse controles exhaustivos para detectar precozmente el cáncer de mama y tratarlo porque tiene muchas posibilidades de curación. Y si queremos analizarlo desde el punto de vista económico, estos estudios se deben ver no como un gasto para el Estado, sino como una gran inversión, ya que prevenir una enfermedad siempre es mucho más barato que costear un tratamiento”, finaliza Laura.