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Balseiro: el legado de un centro educativo donde nace el futuro

Celebró 60 años con un emotivo reencuentro de sus ex alumnos

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22 de diciembre de 2015

San Carlos de Bariloche.- Fueron tres días de charlas científicas, pero también de fervorosos reencuentros, abrazos, orgullo y emoción a flor de piel. Con el marco del cielo resplandeciente, el césped verde esmeralda, los bosques de pinos, la silueta de las montañas nevadas y el camino bordeado de flores frente al lago Nahuel Huapi, 300 de los 1000 alumnos que pasaron por el Instituto Balseiro volvieron a las aulas que los vieron crecer para celebrar los 60 años de uno de los centros educativos más prestigiosos del país y del mundo.

Entre sus egresados se encuentran algunas de las figuras que están haciendo historia en la primera línea de la ciencia internacional, como Juan Martín Maldacena. Su nombre apareció en The New York Times en 1998, cuando tenía apenas 30 años, por la conmoción que causó al presentar un atajo científico que vincula dos teorías matemáticamente irreconciliables. Y hace tres años recibió el millonario premio Yuri Milner junto con personalidades como Alan Guth, del MIT, que propuso la teoría inflacionaria del universo, y Edward Witten, considerado por algunos el mayor físico viviente. “Se me eriza la piel”, confesó el físico, guitarrista y divulgador de la ciencia Alberto Rojo.

Entre exclamaciones, risas y abrazos, Rojo, que hoy trabaja en la Universidad de Oakland, en los Estados Unidos, no daba abasto para saludar a ex compañeros y profesores antes de entrar a la antigua biblioteca, en la que se realizaron las sesiones plenarias.

“Queremos agradecer a todos, y especialmente a los que llegaron desde distintas partes del mundo cubriendo sus pasajes y estadías -dijo Karen Hallberg, jefa del grupo de Teoría de la Materia Condensada-. El instituto lo hace su gente, más de 1000 egresados en estos 60 años. Impresiona el nivel de excelencia y de compromiso que tiene cada uno de ellos. La enorme variedad de temas en los que se destacan y el nivel en el que se desempeñan.”

“Estoy muy emocionado. Demasiado”, reconoció el nanotecnólogo Hernán Pastoriza, docente e investigador del instituto, que lideró el desarrollo de un “microviscosímetro” para diagnosticar con una sola gota de sangre patologías que dificultan la circulación en niños recién nacidos.

Igual conmoción experimentaba el ingeniero nuclear Gustavo Sánchez Sarmiento, de la promoción 1973: “Hace 45 años entré precisamente en este salón como estudiante -recordó-. Acá enfrente teníamos las sesiones de videoclub los viernes a la noche”.

Y Edgardo Lito Bisogni, que egresó en la primera promoción (1958), no podía contener las lágrimas cada vez que retrocedía hacia esos días en que en Bariloche vivían unas 10.000 personas, el terreno era un páramo, pero ellos disponían de alojamiento, comida y ¡hasta servicio de lavandería! para que pudieran dedicarse por completo a estudiar. “Cuando me presenté a la entrevista con Maiztegui, mis amigos me dijeron: «¿Vos estás loco? Esto es para hijos de diputados» -contó-. Balseiro fue mi profesor. Para nosotros, era un ídolo.”

El instituto fue creado por un convenio entre la Comisión Nacional de Energía Atómica y la Universidad de Cuyo. Se inauguró el 1° de agosto de 1955 y desde entonces 15 estudiantes de todo el país son seleccionados anualmente para cada una de las carreras que dicta (Física, Ingeniería Nuclear, Física Médica, Ingeniería Mecánica y Telecomunicaciones). Los aspirantes deben atravesar una prueba escrita de física y matemática y una entrevista personal. Todos reciben una beca y pueden optar por vivir dentro del campus del Centro Atómico Bariloche, pero además se forman trabajando codo a codo con científicos que exploran las fronteras de la ciencia actual en laboratorios equipados con instrumentos de punta.

Aquí se graduaron físicos e ingenieros que desarrollaron en el país la tecnología de enriquecimiento de uranio, de los reactores de investigación, de la producción de radiofármacos, de satélites científicos y de comunicaciones, de radares para el control de tráfico aéreo y meteorológicos, y de aviones y drones.

Sus investigadores teóricos exploran temas que están en las fronteras del conocimiento. Como la doctora Hallberg, que desarrolla complejos algoritmos para construir modelos del comportamiento de los átomos. O Alex Fainstein, de la promoción 86, que junto con su equipo investiga un tema tan abstruso como la “optomecánica en cavidades” o, en otras palabras, intenta “mover cosas con luz”. O Marcela Carena, egresada hace treinta años y llegada ahora desde el Fermilab, de Chicago, donde vive con su marido (Carlos Wagner, también del Balseiro, que trabaja en el laboratorio Argonne). Carena estudia la física relacionada con el bosón de Higgs y desarrolla modelos que intentan explicar la materia oscura y la asimetría entre materia y antimateria.

Alfredo Caro, doctor en Física de la promoción 19 (casado con Magdalena Serrano, también egresada del Balseiro), fue alumno, profesor y director del instituto, además de director del Centro Atómico. Residente desde hace años en los Estados Unidos, donde trabajó en los laboratorios Lawrence Livermore y Los Alamos, es hoy director de programa de la National Science Foundation (NSF). “En 39 años volvimos tres veces y nos fuimos dos -destacó-. En todas partes encontramos gente del instituto. En la NSF, somos tres: Carmen Allende, Diana Farkas y yo. Para nosotros, nuestra vida empezó aquí, donde aprendimos muchas cosas, pero especialmente el compromiso y la ética del científico.”

Tulio Calderón, ingeniero de larga tradición en Invap y hoy gerente general de la Fábrica Argentina de Aviones (FAdeA), instó a “resolver nuestros propios problemas”.

“Se puede -subrayó-. Lo hicimos hace más de treinta años con el plan nuclear. Hoy, las TICS (tecnologías de la información y la comunicación) emplean a 100.000 personas en el país. La red que tenemos es notable: casi no hay área de la industria argentina en la que no haya alguien del Balseiro. Es un lugar donde no sólo están los recursos humanos, sino también los negocios del futuro.”

Para Carlos Balseiro, hijo del primer director del instituto, que llegó como estudiante en 1970, después de pasar su infancia en los laboratorios, la excelencia de los egresados se debe, en gran parte, a que se brinda una enseñanza individualizada. “A lo largo del semestre, uno conoce a cada estudiante, y muy rápido se incorporan a los laboratorios y se establece un vínculo personal entre profesores y alumnos”, destacó.

“Balseiro se atrevió a soñar y eso es lo que tenemos que transmitirles a los jóvenes -subrayó Norma Boero, presidenta de la Comisión Nacional de Energía Atómica-. Hay que soñar porque los sueños se cumplen.” Y Jorge Barón, egresado y vicerrector de la Universidad de Cuyo, coincidió porque “en los próximos 60 años los investigadores tendrán que trabajar en temas que todavía no existen”.

Tal vez por eso, a lo largo del encuentro se repitió esa frase de George Bernard Shaw que debe de haber inspirado a Balseiro y que tan bien sintetiza el espíritu de fraternidad de esta institución única: “Hay quienes ven el mundo como es y se preguntan ¿por qué?; otros que sueñan mundos impensados y se preguntan ¿por qué no?”.


Fuente: Diario La Nación