IADIZA celebró sus 37 años. Mensaje Virgilio Roig (fundador)
El viernes 27 de noviembre, el Instituto Argentino de Investigaciones de Zonas Áridas (IADIZA), cumplió 37 años. Ellunes 30, se celebró el cumpleaños con la presencia de la directora,Elena Abraham, el director de CONICET Mendoza, Sergio Roig, el ex director del Instituto, Juan Carlos Guevara, uno de los fundadoresVirgilio Roig y los integrantes de este grupo de trabajo. Se entregaron distinciones para quienes se han jubilado, Angel Berra, Eduardo Torres y Sinibaldo Trione y para quienes participaron de la creación del IADIZA, Fidel Roig (fallecido, recibieron sus hijos Fidel y Sergio) y Virgilio Roig, quien pronunció un mensaje inolvidable respecto de la historia de la creación del Instituto. Discurso.
Recuerdos y anécdotas que lograron la creación del IADIZA
Cuando nació el IADIZA, ya hacia casi tres años que lo habíamos parido y funcionaba con todo el empuje que supimos darle, a pesar de los innumerables desencuentros que producía este nuevo tipo de organismo, entre los políticos Reservas, llamadas entonces forestales: Ñacuñan, el Divisadero y el lote once, esta ultima abortada por la oposición de leguleyos y politiqueros que, como siempre, han existido para poner palos en las ruedas y que, aunque pretendieron declarar inconstitucional la ley 2821, solo lograron que el lote once quedara en manos espurias.
Habiendo regresado de Estados Unidos, donde estudié en el Desert Research Institute, de la Universidad de California y donde me gradué, volví a mis actividades como miembro de la Carrera del CONICET (1966).
Fue entonces que comencé a intentar convencer, con sutiles malas artes, a las autoridades de la provincia de Mendoza que, en esa época, comandaba Francisco Gabrielli, con quien tuvimos largas y, a veces, ríspidas conversaciones sobre la necesidad de la Provincia de contar con un grupo de técnicos, de alto nivel, para comenzar los estudios sobre las características del desierto mendocino.
Gabrielli era totalmente renuente y siempre con su cantinela sobre que la economía de Mendoza era solo la vid, el vino y las frutas y no era necesario gastar plata en esos campos inservibles del este, donde no se crían ni las cabras.
Muchas y largas discusiones tuvimos con Gabrielli, gracias a mi relación personal y a otros políticos. Por último, ya estando casi derrotado en mi idea de la formación de un grupo de estudios del desierto, le pregunte un día a Gabrielli, “Dígame, don Pancho, ¿en que se sostienen los kilometros de hileras de vid de su bodega?”
– “Muchacho, me contestó, parece que nunca has conocido el alambre.”
– “Pero, señor ¿y el alambre en qué se sostiene para que no se venga al suelo sus viñedos?
– “Mirá muchacho, primero recorré una viña para saber cómo con solo alambre y palos. Parece que no te han enseñado en la facultad”.
– Señor, ¿de dónde ha sacado los palos y de dónde los sigue sacando? De los miles de millones de algarrobos que poblaba lo que usted ahora dice que son campos inservibles. La economia vitivinícola de Mendoza está sustentada en la despoblación de los frondosos montes de algarrobo que poblaban lo que usted dice es inservible. Esa riqueza que tenemos, nace de la destrucción mas increíble que ha hecho el hombre en Mendoza y con lo cual ha creado los desiertos, para plantar las viñas”.
Después de un largo silencio, Gabrielli dijo: “M´hijo, o me estás enroscando la víbora o lo que me estas diciendo podría ser una verdad que parece algo creíble”.
Tras una pausa considerable, me dijo: “Hoy es jueves, el lunes a las siete y media me traes aquí el proyecto para meterlo en el presupuesto”.
Un mes después, Gabrielli dejaba la gobernación y comenzaba un gobierno militar, bajo el mando del ingeniero y general José Eugenio Blanco pero, el proyecto ya estaba presupuestado. Blanco no era militar de carrera, era un ingeniero con una buena preparación académica.
Tuve que volver a empezar mi peregrinación, para que se lograra la creación del IIZA, la cual se concreta, gracias a la comprensión de Blanco, el 15 de junio de 1970 y se instala en la vieja Hostería del León. Se equipa con una parte de los materiales y equipos que tenían que ir al entonces Laboratorio de Análisis y Control Industrial (LACI): mesadas, muebles, heladeras, microscopios, estufas y los vehículos que se transfieren de la, entonces, Dirección de Parques y Bosques.
El IIZAS fue parte fundamental para el estudio ecológico de la presa El Carrizal y el primer estudio ecológico de la posible presa Potrerillos, del alambrado perimetral de Ñacuñan, el comienzo de la actual Estación Biológica de Ñacuñan, la primera red meteorología de la provincia, el mejoramiento del sistema de vida de los pobladores de Ñacuñan (establecimiento de una mejor escuela y un centro de salud), el convenio con YPF para no seguir destruyendo la Reserva, los primeros ensayos de corrección de cuencas y la publicación de los dos primeros volúmenes de “Deserta”, donde se plasma el estudio de la vegetación, el estudio de los suelos, los primeros pasos para el estudio de la fauna y muchos más elementos biológicos.
Estos, y muchos otros hechos y acciones, impactaron a las autoridades del CONICET y permitió que se concretara un convenio firmado por el vicepresidente del CONICET, ingeniero Osvaldo Boelcke; el rector de UNCuyo, doctor Julio Herrera; el gobernador de Mendoza, doctor Félix Gibbs y quien les habla, entonces ministro Secretario de Estado de Economía, el día 25 de noviembre de 1972, quedando a cargo del IADIZA este último, para concretar su nueva organización.
La planta de personal que compuso el IIZAS al organizarlo, fue de la provincia, asesorados en especial por la Cátedra de Botánica y el Instituto de Biología, de la Facultad de Ciencias Agrarias (doctor Ruiz Leal, ingeniero Fidel Roig, doctor José Cei) y la primera misión israelí al IIZAS, sobre manejo de desiertos como el de “Ber Sheva”, conformada por varios de los que aún nos encontramos aquí: Roberto Candia, el “patón” Estrella, el “gordo” Cuccia, Mario Day, Marta Chimeno, Alicia Murgo, Alberto Vázquez, Ricardo Taquilevich, Carlos Wuilloud, Carlos Stasi, Armando Pedrani, el “flaco” Antúnez, Sagaz, Dubé y algunos más que, hoy, se me escapan de la memoria, después de 40 años. Con ese principio, llegamos hoy a los 37 + 3 = 40 años de vida
No fueron menos azarosos los años que vinieron pero, la constancia, la perseverancia y el permanente golpear puertas, en todas partes, para seguir trabajando y creciendo, hasta el día en que el, entonces, presidente del CONICET, doctor Vicente Cicardo, me llamó para hacerme saber que, frente a mi pedido y lo razonable de no seguir asistiendo sólo a la Capital Federal, había cambiado de destino todo el dinero que tenía para agrandar el centro de Castelar y seguir volcando los fondos del CONICET en el interior.
Me dijo, “Es usted, a partir de ahora, el responsable de los nuevos edificios para el IADIZA, el IANIGLA y el nuevo Centro Regional ya que ha conseguido los terrenos que ha transferido el Gobierno Nacional al CONICET”.
Han pasado 40 años de todo este embrollo político-científico. Hemos sufrido años sin dinero y otros con algo que gastar y, hasta, algunos tuvimos que refugiarnos en alguno de los sistemas del exilio (que no fueron en vano pues mi posición alcanzada dentro de las Naciones Unidas, permitió la ayuda durante mas de cuatro años a los cursos de desertificación, junto con Fidel (Roig) y Elena (Abraham), con un costo de más de 300 mil dólares. Pero, el IADIZA es y será cada vez más grande y fuerte en el accionar científico y tecnológico nacional y mundial, como hemos sido capaces de llevarlo adelante.
Gracias a mis amigos, colegas, becarios, científicos y todo el personal que ahora sigue a nuestro lado. Y más agradecimiento a quienes están en nuestro recuerdo permanente que tanto hicieron y hoy no están entre nosotros.
Mendoza, noviembre de 2009
Profesor Ingeniero doctor Virgilio G. Roig