Paisajes agrícolas en la planificación urbana: desafíos y oportunidades
La trama urbana del Área Metropolitana de Mendoza crece con fuerza hacia zonas rurales agrícolas, provocando cambios en los usos del suelo. El paisaje cultural es un concepto y una herramienta útil para gestionar el crecimiento urbano, brindando calidad ambiental.
Por: Matías Esteves, Grupo Historia y Conservación Patrimonial – INCIHUSA
El paisaje cultural es un concepto aplicable a cualquier parte del territorio, resultado de la interacción entre naturaleza y cultura, involucrando percepciones y valoraciones en el tiempo. Algunos paisajes de nuestra provincia resaltan por su carácter monumental o de gran belleza, como pueden ser los enclaves cordilleranos o las áreas naturales protegidas. Otros, en cambio, poseen menor escala, son más cotidianos y por eso, muchas de sus cualidades e importancia pasan desapercibidas o se encuentran eclipsadas por aquellos de mayor monumentalidad.
Varios de estos paisajes cotidianos se encuentran en el Cinturón Verde de Mendoza, territorio históricamente productivo donde resaltan cultivos frutihortícolas con funciones fundamentales en la alimentación de la población. Éstos se encuentran atravesando profundas transformaciones vinculadas con el crecimiento urbano acelerado y difuso del Área Metropolitana hacia las periferias agrícolas.
En este sentido, en muchos distritos de Maipú, Guaymallén, Las Heras y Luján de Cuyo donde hasta hace unas décadas predominaba el uso agrícola, hoy presentan una visión más urbana y residencial. El problema se genera en que gran parte de los nuevos espacios residenciales, así como las acciones de urbanización, poseen un escaso diálogo con los elementos existentes en el territorio y con las necesidades cotidianas de la población. Paradójicamente, muchos de los nuevos enclaves residenciales en la periferia prometen un mayor contacto con la naturaleza, aunque en la realidad, la gestión del paisaje es escasa. Sumado a esto, la actual pandemia nos está señalando desde hace más de un año a donde poner el foco en la gestión de la ciudad y en la importancia de la planificación para alcanzar territorios con calidad ambiental, social y económica a partir de jerarquizar a los espacios públicos, dar mayor protagonismo a otras formas de movilidad como la bicicleta, establecer negocios de uso cotidiano en proximidad a los barrios, alimentación saludable, el rol de la cultura, entre otros.
Paisajes hortícolas con variedad de cultivos que aseguran colores y aromas diversos, junto a canales de riego que hacen posible el oasis productivo y arboledas que aportan verticalidad visual.
Los paisajes del Cinturón Verde poseen atributos y beneficios que pueden ser aprovechables desde varias aristas. En ellos se producen gran parte de los alimentos que son consumidos a diario en el Área Metropolitana, asegurando productos frescos y seguros para la salud, además de brindar una capacidad local en cuanto a la alimentación para enfrentar escenarios críticos, como pueden ser desastres naturales. A su vez, la producción de frutas y verduras a escala local ayuda a mitigar el cambio climático, ya que el consumo de estos productos evita la generación de grandes emisiones contaminantes producidas por el transporte de alimentos desde largas distancias.
La creación de rutas culturales, gastronómicas o recreativas en relación al paisaje agrícola del Cinturón Verde serviría para el disfrute del turismo local o extranjero, a la vez que ser una estrategia de desarrollo para la población, ya que son muchas las familias que aún viven y trabajan la tierra, donde su puesto laboral depende de la producción y comercialización de alimentos. Si somos conscientes de que el consumo de estos productos ayuda a mantener puestos de trabajo y que impactan menos sobre el planeta, es una forma de que el sistema agrícola local pueda mantenerse y potenciarse para beneficio de todos y para las futuras generaciones. Estas rutas culturales o turísticas se encontrarían en cercanía a los nuevos enclaves residenciales, permitiendo a los habitantes utilizarlos de forma diaria o semanal para el esparcimiento y el deporte, propiciando espacios para la salud como para la seguridad a partir de la mayor presencia de personas en las calles y espacios públicos.
Paisajes culturales moldeados históricamente por la sociedad que combinan viñas y olivos, junto a canales de riego y grandes arboledas, con potencialidad para el disfrute a pie o en bicicleta.
Los paisajes agrícolas contienen diversos elementos históricos además de cultivos, como edificios, arboledas, canales de riego y saberes vinculados al trabajo de la tierra, que identifican y brindan singularidad a cada distrito. Ciertamente, sería acertado aprovechar la infraestructura edilicia existente de carácter patrimonial (casas patronales o modestas, bodegas, iglesias o industrias) para la delimitación de las rutas culturales o turísticas. También, el reconocimiento y puesta en valor del patrimonio edificado que no posee un uso definido en la actualidad o que están abandonados, podrían ser destinados para albergar actividades inexistentes en muchos distritos, como pueden ser bibliotecas públicas, dependencias municipales, paseos con comercios de uso diario, centros culturales a escala barrial, entre otros, que ayuden a la habitabilidad diaria de los nuevos sectores residenciales de la ciudad y evitar el traslado vehicular hasta el centro.
Estos son algunos aspectos que en forma general podrían guiar la planificación del avance urbano sobre suelos rurales, poniendo en valor las particularidades del territorio y propiciando que la población se apropie de los paisajes para su protección y disfrute, a la vez que generar nuevas zonas urbanas de mayor calidad ambiental y humana en interacción con los usos agrícolas. Lo rural no es un espacio vacío a la espera de la urbanización, ya que posee actividades, valores e importancia para asegurar la sostenibilidad en la vivencia cotidiana y futura del territorio.