Divulgación Científica

Modelos de belleza

Violencia simbólica.

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20 de marzo de 2017

Cuando aún resuenan los ecos de una nueva edición de la Fiesta Nacional de la Vendimia, una de las celebraciones de raigambre popular de mayor envergadura en Mendoza, proponemos una mirada crítica desde el punto de vista de género/feminista en torno a uno de sus aspectos más emblemáticos: la elección de la “reina”.

¿Qué pueden aportar los Estudios de Género/Feministas sobre este tópico? ¿Qué vínculos se pueden establecer entre la elección de una mujer como “reina” en una celebración de origen tradicional y las violencias contra las mujeres? Estas reflexiones se dan durante marzo, mes que alberga al Día Internacional de la Mujer Trabajadora, cuando, además, mujeres de 50 países nos unimos en un Paro Internacional en el que demandamos, entre otras cosas, terminar con todo tipo y modalidad de violencia machista.

Cuando hablamos de violencia de género, resulta ineludible visibilizar las prácticas discriminatorias y sexistas que, específicamente, son violencia simbólica. La Ley Nacional N.º 26485 de Protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres la define como aquella que “a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de las mujeres en la sociedad”.

Entendemos que la elección de la “reina de la Vendimia” reproduce fuertes estereotipos y transmite valores que continúan naturalizando, al colocarlas en el lugar de objetos, la desigualdad de las mujeres.

Sabemos que esta fiesta nacional, como otros festejos de origen popular, se ha convertido en un espectáculo de gran envergadura que recrea un género artístico propio de la cultura local y en el cual la elección de una mujer como “reina” –tras una serie de desfiles, sea en carros por las calles céntricas, por canales de TV y diarios, así como por el mismo escenario de la fiesta– es uno de sus elementos más arraigados en la sociedad y que se ofrece, incluso, como un atractivo turístico más.

Aquí, la fuerza de la tradición, de valores muy conservadores, de elementos culturales que son residuales, del pasado, y que aún forman parte del presente es difícil de erradicar. No obstante, la cultura no es algo estático, dado de una vez y para siempre, sino que es construida por los seres humanos y, por tanto, puede ser modificada a través de procesos colectivos de educación, de lucha, de toma de conciencia.

Estefanía Alejandra Correa es modelo profesional, de las denominadas “curvy”. Este año se presentó para ser reina de Guaymallén representando a Colonia Segovia. Su intención era luchar contra la discriminación y el bullying. Foto: Prensa Municipalidad de Guaymallén.

Por eso, en los últimos años, esta práctica ha sido puesta en cuestión por investigadoras, redes de periodistas, colectivas de mujeres, feministas y distintas organizaciones de la sociedad civil que proponemos pensar las relaciones entre varones y mujeres y los roles asignados socialmente a unos y otras, también en el marco de estos certámenes en fiestas de origen popular.

Belleza cosificadora

Uno de los puntos centrales del cuestionamiento desde el punto de vista de género/feminista gira en torno a la forma de cosificación que implican los concursos en los que se selecciona a una mujer principalmente por algunos de sus atributos físicos. Como una letanía escuchamos “aquí la representante del departamento X, de tantos años de edad (generalmente un rango acotado entre los 18 y los 25), de tal color de ojos y de tal color de cabello”. En este tipo de certámenes, las mujeres somos colocadas en el lugar de objeto (del deseo de y para otros, varones), siendo esta cosificación una forma de sujeción, de desindividuación.

Un aspecto estrechamente relacionado con esto, generalmente invisibilizado en tanto otra manifestación de violencia simbólica contra las mujeres, es el de los comentarios en torno al aspecto físico que se habilitan a partir de este tipo de concursos. Al respecto, la filósofa Diana Maffía explica que lo que suele llamarse “trato galante” no es más que una de las modalidades que adopta el patriarcado para imponerse y que ubica a las mujeres en un papel de debilidad y pasividad.

En suma, en estas “elecciones”, la juventud y el modelo occidental dominante de belleza son considerados atributos fundamentales. Es decir, no vemos mujeres de diversos colores de piel, de distintas orientaciones sexuales, de distintas edades, trabajadoras de la vid, de sectores populares. La pluralidad y diversidad de las mujeres queda excluida. Este reducido sentido de la belleza replica el de la industria de productos cosméticos, articulados en torno a la imagen corporal de las mujeres.

La perspectiva de género/feminista brinda valiosas herramientas para reflexionar sobre tradiciones culturales de larga data y extendida presencia en la cultura popular y masiva, como es la “elección de la Reina” en la Fiesta Nacional de la Vendimia. En este sentido, están orientadas a la desnaturalización de los lugares y roles socialmente asignados a las mujeres, así como a proponer cambios camino hacia una sociedad más igualitaria.

Captura de pantalla canal de YouTube de Canal 7 de Mendoza.

Si los medios locales dedicaran tanto tiempo y espacio como el que brindan a las imágenes y –a veces– las palabras de las reinas vendimiales a dar a conocer la labor de mujeres en ámbitos tales como la educación, la salud, la organización comunitaria, la ciencia, la tecnología, la producción artesanal, podríamos imaginar horizontes de mayor igualdad, valorización y autonomía.

En un país y en una provincia que dijeron basta contra la violencia de género al grito de Ni una menos, estas prácticas devienen anacrónicas y ensanchan la brecha con lo que ocurre en las calles y con las conquistas de derechos para todas.

Por: Soledad Gil, Sabrina Yañez y Natalia Encinas