Los ‘bosques ocultos’ de las tierras secas
Una investigadora del Consejo participó de un estudio internacional que permitió medir con mayor precisión la extensión de los bosques en los biomas de tierras secas. Por su relevancia, la investigación es tapa de Science.
Más del 40 por ciento de la superficie terrestre corresponde a biomas de tierras secas. El aumento de las sequías producto del cambio climático y la presión de la actividad humana atentan contra estas zonas aumentando el riesgo de degradación de tierras y desertificación.
Hasta el momento, a pesar de su importancia, la escasez de investigaciones a gran escala y las limitaciones de las herramientas de estudio utilizadas no habían permitido determinar con exactitud la extensión de los bosques en estas áreas.
Un trabajo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés) recientemente publicado en la revista Science, y del cual forma parte la Prof. Elena María Abraham, investigadora principal del Consejo en el Instituto Argentino de Investigaciones de las Zonas Áridas (IADIZA, CONICET-UNCuyo-Gob. de Mendoza), evaluó los recursos forestales en biomas de tierras secas sobre la base de un enfoque innovador nacido de una colaboración con especialistas de todo el mundo y la compañía de Internet Google.
“El estudio fundamentalmente es un relevamiento, a nivel mundial, de la extensión de los bosques en las tierras secas que forma parte del proyecto ‘Global Forest Survey’. La FAO organizó el trabajo y seleccionó un coordinador experto y un grupo de trabajo para llevar adelante el estudio en cada continente. En el caso de América Latina me tocó a mí por el Cono Sur, y a un experto de Brasil que se encargó de evaluar las tierras secas del nordeste brasilero”, explica Abraham.
Por sus características, los bosques de tierras secas son muy difíciles de detectar con las herramientas utilizadas hasta ahora: “Antes de este estudio se recurría fundamentalmente al análisis de imágenes satelitales que tienen una cobertura terrestre importante pero un grado de resolución muy bajo en relación con lo que están analizando. Los bosques secos se desarrollan con amplios parches de suelo desnudo y, al mismo tiempo, no alcanzan las dimensiones y altura de los bosques de tierras húmedas”, detalla la investigadora.
Por este motivo, apelando a las nuevas tecnologías, la FAO propuso un método de diagnóstico que fue aplicado por todos los colaboradores del proyecto: “Primero hubo una etapa de capacitación para entrenarnos en estas herramientas que son, fundamentalmente, una asociación entre el Google Earth, el Google Engine y un aplicativo de fotointerpretación que ellos mismos diseñaron: Collect Earth. Luego, con la ayuda de becarios e investigadores del Laboratorio de Desertificación y Ordenamiento Territorial del IADIZA comenzamos a realizar este relevamiento en el área que se nos designó. Sin este equipo no hubiese sido posible este trabajo”, destaca Abraham.
Con los datos aportados por estos sistemas los especialistas de cada uno de los continentes realizaron un informe que reveló el verdadero potencial de la cobertura forestal de los biomas de tierras secas, y que le valió la tapa de Science. “Los resultados fueron mucho más importantes y trascendentes de lo que se esperaba en un primer momento. Se descubrió lo que se empezó a llamar los ’bosques ocultos’ de las tierras secas. Comenzaron a aparecer una mayor cantidad de bosques que los relevados anteriormente y se observó que las tierras secas estaban más extendidas de lo que se pensaba al principio”, describe la geógrafa.
“Este descubrimiento tiene una gran importancia porque hay una Convención Internacional de las Naciones Unidas para la lucha contra la Desertificación, cuyo ámbito de trabajo son las tierras secas. Poner en valor los bosques en estas tierras, significa fortalecer su rol en la generación de bienes y servicios ecosistémicos. Además, el desarrollo metodológico realizado brinda un gran potencial para mejorar los estudios de degradación de estas tierras, luchar contra la desertificación y la pobreza, y avanzar en propuestas de desarrollo local que utilicen el bosque como recurso”, concluye.
La Prof. Abraham destaca especialmente el apoyo de los especialistas argentinos que colaboraron en la realización del estudio de la FAO:
– Dra. María Cecilia Rubio – Investigadora Asistente del CONICET en el Instituto Argentino de Investigaciones de las Zonas Áridas (IADIZA, CONICET-UNCuyo-Gob. de Mza) – Dra. Bárbara Guida Johnson – Becaria posdoctoral del CONICET en el Instituto Argentino de Investigaciones de las Zonas Áridas (IADIZA, CONICET-UNCuyo-Gob. de Mza) – Dra. Romina Díaz Gómez – Becaria posdoctoral del CONICET en la Facultad de Cs. Naturales e Instituto Miguel Lillo – Universidad Nacional de Tucumán. – Lic. María Clara Rubio – Becaria doctoral del CONICET en el Instituto Argentino de Investigaciones de las Zonas Áridas (IADIZA, CONICET-UNCuyo-Gob. de Mza) – Ing. Agr. Pablo Salomón – Docente en la Maestría en Ingeniería Ambiental, Universidad Nacional de Cuyo. |
La Prof. María Elena Abraham
Bosque abierto de Algarrobo
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