Divulgación Científica

Fabrican ladrillos sustentables

Un grupo de investigación del CONICET enseña a habitantes de una comunidad indígena de Lavalle a producir piezas de construcción en base a arena del desierto.

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6 de abril de 2015

Tres Cruces es un árido paraje ubicado a 200 km al noreste de la ciudad de Mendoza. Allí, investigadores del Laboratorio de Desertificación y Ordenamiento Territorial (LaDyOT) del Instituto Argentino de Investigaciones de Zonas Áridas (IADIZA, CONICET-UNCuyo-Mendoza), en conjunto con la Comunidad Huarpe “Pinkanta” y la Cooperativa “Kanay Ken” llevan a cabo una serie de proyectos orientados al desarrollo local y al mejoramiento de la calidad de vida de los pobladores.


Durante años, los investigadores del LaDyoT han llevado a cabo actividades relacionadas con el cuidado y aprovechamiento de los recursos naturales del área para reducir el impacto de la desertificación en los sectores más vulnerables. Entre las prácticas que desarrollan se encuentra la construcción de una Unidad de Producción y Servicios (UPyS) que les permita a este núcleo de productores lavallinos incrementar la producción de leche caprina y sus derivados. Una tarea que, sin dudas, no está exenta de complicaciones debido a las vicisitudes que implican la distancia hasta el paraje y la escasez de recursos.


Para mitigar estas dificultades y poder construir el tambo, los investigadores del IADIZA en conjunto con un equipo de trabajo integrado por el arquitecto Jorge Mitchell y el ingeniero Javier Garro del Laboratorio de Ambiente y Vivienda (LAHyV) del Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA-CONICET), decidieron llevar adelante un programa de capacitación para la producción de ladrillos in situ.


La fórmula es simple: cemento, agua y arena del mismo desierto: “esto lo hace absolutamente viable, sólo tenemos el costo del cemento que se utiliza en una dósis muy reducida, y la mano de obra es de los puesteros”, explica Jorge Mitchell integrante del LAHyV.


La producción de estos ladrillos, a diferencia de los convencionales fabricados con arcilla y cocidos a altas temperaturas, (350º C) no requiere quemar madera, lo que reduce significativamente la polución y la tala indiscriminada, y el consecuente daño ambiental. “En este caso, el cemento funciona como el elemento que solidifica la mezcla”, detalla el profesional.


Mitchell agrega que lo más destacable del proyecto es que son los mismos habitantes de la zona los que trabajan en la elaboración de los ladrillos: “si no es sustentable utilizar los recursos del lugar y ver a la gente usar la arena de su propio suelo, dónde está la sustentabilidad”, se pregunta.


Lo innovador del programa es que utiliza al taller como modalidad de trabajo, “hay una transferencia de conocimiento y tecnología, una adaptabilidad socio-técnica; pero a nosotros nos gusta hablar de encuentros más que de transferencia, encuentro es ir en busca del otro y producir un vínculo”. “Esto es un encuentro de saberes, -continúa- nosotros tenemos una manera de pensar y haber probado; y ellos también ponen su conocimiento que, muchas veces, es mucho más acertado que el nuestro, y ahí está nuestra paga, porque en realidad nos enriquecen a nosotros”.


Mitchell precisó que con los habitantes de la zona elaboran un plan para, una vez concluido el tambo, poder utilizar estos mismos elementos para mejorar o ampliar sus viviendas, y tienen en vista presentar un proyecto que les permita obtener la financiación para tener su propia elaboradora: “a veces, creemos conocer lo que el otro necesita y a esos otros ni siquiera se los consulta, y esa es la diferencia metodológica y conceptual que tenemos como grupo, no vamos a decirles: esto es lo que ustedes necesitan; creemos que esta es la manera de que el proyecto no fracase, que sea sustentable, porque ellos dejan de depender de vos, pueden empoderarse de la idea y por sí mismos pueden resolver los temas que les aquejan, y de este modo habremos cumplido con la tarea”, puntualizó.


Por Leonardo Fernandez