De qué le sirve a una ciudad cambiar sus veredas
Noelia Alchapar, investigadora del INAHE, reflexiona sobre alternativas sustentables para construir la ciudad.
¿Cambiar las veredas es sólo una cuestión de estética y funcionalidad? En el mercado existen alternativas de baldosas que expuestas al sol resultan térmicamente eficientes, a la vez que ofrecen calidad estética y prestación de uso. En todo caso, con la selección adecuada de la forma, color, composición y textura del material podemos alcanzar temperaturas menores.
Por estos días en la ciudad de Mendoza se están realizando numerosos trabajos de rehabilitación de veredas en diferentes zonas del área metropolitana y en este contexto vale la pena poner en relevancia que los materiales que componen la envolvente urbana son determinantes para reducir las ganancias de calor y el sobrecalentamiento de la ciudad.
En un entorno urbano los pisos, techos y paredes de los edificios absorben la radiación solar e infrarroja y el calor acumulado se disipa a la atmósfera y transmite al interior de los edificios. Cada material que compone la envolvente urbana tiene diferente capacidad de reflejar la radiación solar recibida lo que altera la fracción de radiación solar absorbida por la ciudad.
La mayoría de los materiales de construcción tienen baja reflectancia solar y alta capacidad calorífica en comparación con los materiales presentes en la naturaleza, tales como árboles, agua, nieve, etc. Es por esta razón que la rehabilitación, o la selección apropiada de los materiales de las envolventes de la ciudad, ofrece un ámbito propicio para minimizar la energía necesaria para acondicionar un edificio y mejorar el confort en los espacios exteriores.
Los materiales usados también impactan en los patrones de ocupación de los habitantes de los espacios públicos; y, por lo tanto, en la preferencia de consumo en zonas comerciales que favorecen la permanencia confortable de los clientes. Por ejemplo, a la hora de decidir ocupar una mesa, la tendencia es seleccionar aquella que esté al reparo de las inclemencias climáticas, tales como el sol directo y altas temperaturas de las superficies circundantes.
En el Instituto de Ambiente, Hábitat y Energía (INAHE), el equipo de Clima Urbano, que conduce la doctora ingeniera Érica Correa, se llevan adelante estudios para determinar la influencia de los componentes urbanos en el fenómeno de isla de calor y el calentamiento urbano.
En una investigación desarrollada por quien suscribe esta nota se evaluaron las propiedades ópticas, los comportamientos térmicos y el efecto de envejecimiento de ciento cincuenta materiales de la envolvente urbana disponibles en el mercado local. Como parte de ese trabajo se evaluó específicamente el comportamiento térmico de diferentes tipos de baldosas y su relación con las propiedades termo-físicas en vistas a promover aquellos materiales que resultan más eficientes en relación con la disminución de las temperaturas de la ciudad.
Los estudios publicados demuestran que la elección adecuada de las envolventes de la ciudad permiten disminuir la temperatura del aire hasta 4 grados en el interior de los edificios y hasta 3,5 grados en un espacio exterior.
La elección de color, terminación, textura, composición y forma son características de las baldosas que afectan significativamente el balance energético, incrementando su temperatura superficial y por consiguiente elevan la temperatura del aire circundante, impactando en las condiciones de uso de un espacio exterior. De acuerdo a estas características particulares se han podido conseguir diferencias térmicas superficiales de hasta 31°C entre las alternativas evaluadas.
En el mercado existen alternativas de baldosas que expuestas al sol resultan térmicamente eficientes, a la vez que ofrecen calidad estética y prestación de uso. En todo caso, con la selección adecuada de la forma, color, composición y textura del material podemos alcanzar temperaturas menores.
La elección del color resulta determinante, ya que, a iguales características morfológicas, se detectan diferencias de temperatura superficial que superan los 17 grados. Los colores más eficientes corresponden a las tonalidades claras (blancos, amarillos, travertino).
Por otra parte, con respecto a la forma, las baldosas con dibujos circulares registran menores temperaturas superficiales. Si las exigencias de diseño o proyecto requieren la incorporación de baldosas negras conviene optar por la composición cementicia-pétrea, en lugar de las cementicias-rústicas porque registran diferencias de temperatura que alcanzan los 3 grados.
Entre las baldosas claras, como travertino o amarillo, se recomienda la utilización de terminación pulida. En tanto que, en los revestimientos graníticos de tonalidades intermedias, como el gris y el verde, la existencia de chispas claras contribuye a disminuir hasta 4 grados las temperaturas superficiales.
Las baldosas que encontramos con mayor frecuencia en nuestra ciudad son la calcárea tipo dos panes de color negro, rojo, amarillo. Sin embargo, se recomienda la selección de calcáreas en color rojo o amarillo, ya que las de color negro aumentan su temperatura superficial más de 5 grados.
Otra variable importante es la resistencia del material al desgaste y el paso del tiempo: se ha visto que luego de tres años de envejecimiento las baldosas incrementan su temperatura entre 3 y 28 grados, siendo las tonalidades claras las más susceptibles.
En definitiva, los resultados demuestran que la selección del revestimiento peatonal adecuado para un proyecto no debe ser arbitraria. Las baldosas ofrecen grandes posibilidades para la promoción o degradación de un espacio en términos de habitabilidad y permanencia de los usuarios. El conocimiento de estos conceptos permite generar una herramienta válida para el desarrollo sustentable de las ciudades.
Actualmente en el Inahe se está trabajando intensamente en el desarrollo de una etiqueta energética de materiales de construcción que, al igual que las etiquetas de los electrodomésticos, permita identificar aquellas alternativas que sean más eficientes desde el punto de vista térmico y ambiental.
Por Noelia Alchapar. Investigadora Asistente del CONICET en el INAHE