Cultura y pandemia
La Dra. Beatriz Bragoni reflexiona sobre los desafíos de los gestores culturales y las nuevas formas de comunicación en la pandemia.
Por Beatriz Bragoni – Directora del INCIHUSA
El alcance global de la pandemia y sus efectos en la vida cotidiana de millones de personas y familias ha dado lugar a debates intensos. Están quienes anticipan la emergencia de un nuevo orden internacional en el que los estados nacionales y la capacidad de agencia sanitaria pública habrán de obtener el rol que habían declinado en décadas previas; también están los que han puesto de relieve el desolador paisaje social, económico y laboral que la pandemia dejará como dramático legado en países con mayor o menor sustentabilidad fiscal. Aún así, la simultaneidad del flagelo que recluyó a la casi completa humanidad en sus casas ha puesto de relieve el papel de las nuevas formas de comunicación y de la conectividad en la tramitación de la vida cotidiana que incluye el mundo de los afectos, la educación en todos sus niveles, el teletrabajo y en los consumos culturales.
Es justamente esta esfera la que ofrece novedades atractivas porque si en vísperas al aislamiento obligatorio Netflix había multiplicado la oferta cultural en cada hogar, el panorama actual se ha visto amplificado de manera sustancial. En ella las principales instituciones culturales del mundo vienen cumpliendo un rol crucial al proponer agendas riquísimas mediante visitas abiertas que incluyen museos y colecciones de arte, bibliotecas y hemerotecas digitales, conciertos y catálogos de películas clásicas, entre otros productos de altísimo voltaje cultural y tecnológico. A través de ellas, las instituciones custodias del patrimonio cultural mundial han facilitado (y democratizado) el acceso de valiosas colecciones a un universo de espectadores que bien podían haberlas apreciado alguna vez, o ante quienes no habían tenido oportunidad de hacerlo de manera presencial. Así, por ejemplo, cualquier usuario con acceso a internet ha podido recorrer la Galería de los Uffizi, visitar la casa de Frida Kahlo y valorar las colecciones del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires en la que conviven obras emblemáticas del arte argentino, latinoamericano y europeo.
Todo parece indicar que las limitaciones para hacer uso de los espacios públicos, como las restricciones que obtendrán los megaespectáculos hasta que la vacuna nos libere de esta pesadilla, enfrenta a los gestores culturales de Mendoza (y no sólo de ella) a nuevos desafíos porque de las iniciativas que se adopten dependerá la producción, circulación, protección y disfrute de los bienes culturales mendocinos.
De no ser así, nuestro acervo cultural correrá el riesgo de ser olvidado o quedar alojado en depósitos envejecidos sin que puedan ser revividos por las nuevas generaciones.